Emprendedores
El Jueves fuimos a trabajar a las oficinas. Súper productivo, con pocas interrupciones para recibir feedback de otros trabajadores. Trabajamos como cuando estudiaba, con horarios de no-interrupciones y música, y luego 15 minutos de charla. Es placentero porque la aplicación está relativamente estable y prolija, y se logran avances notorios para usuarios con pocas modificaciones en el código.
Peeero, desde las 3 empezaron a reorganizar toda la sala, hasta que quedamos rodeados de parlantes, cables, sillas y una pantalla. Si no puedes contra éllos únete a ellos: a las 4 nos sentamos en las sillas para ver de qué sería la charla. Wenceslao Casares, invitado por Movistar Innova, hablaría de su experiencia como emprendedor.
El hombre es nacido cerca de General Rojas, en la Patagonia Argentina. Al terminar la escuela ganó una beca para estudiar un año en Estados Unidos. Volvió y estudió en la Universidad, en Buenos Aires. Se mantenía con un trabajo en el centro de estudiantes, donde un día llegaron entradas para una conferencia que nadie quiso, así que fue a ver de qué se trataba con su hermana. Era el año 1994 y vio por primera vez una computadora conectada a Internet. En tiempo real esa computadora en el Sheraton se comunicaba (se enviaba textos via IRC) con una computadora en Carolina del Norte, EUA.
Y se quedó maravillado. Dice que fue una de las épocas más intelectualmente interesantes de su vida, porque durante 6 meses no dejaron de caerle fichas de cómo esa posibilidad de hablar barato y en tiempo real con personas alrededor del mundo cambiaría TODO.
Fundó el primer “Internet Service Provider” de Argentina. A los 23 años había pasado a ser millonario. Pero un día no lo dejaron entrar en su propia empresa. Creyó que era broma e intentó pasar igual, pero con mayor violencia el guardia se lo impidió. Por algún recoveco legal le habían robado su propia compañía. Ahora volvía a tener 23 años y a ser un mortal: ya no tenía dinero, ni contactos, ni empresa propia.
Se fue caminando y llorando a la casa (“que era lejos”), y ahora, con el tiempo que pasó, entiende que fue lo mejor que le pasó en su vida. Y sabía que le querríamos pegar un puñetazo y se reía, pero casi que nos invitaba a fallar, para aprender. Después siguió adelante, fundó nuevas empresas, y debe tener otras mil historias interesantes por internet. Su segunda empresa fue vendida en 1997 por USD 750.000.000 (¿durante, o antes de la “burbuja de las .com”?).
Ahora vive en San Francisco, dice que es muy estimulante vivir ahí, y muy competitivo si se desea emprender. Por las descripciones que ya varios me dieron, supongo que caminar por esa ciudad es como caminar por Ciudad Universitaria… La gente se maravilla. Insistió más de una vez en que el movimiento que está generando Chile es muy importante. Desde lo sencillo dice que difícilmente encontraría en San Francisco un espacio de trabajo tan lindo como este CMI, y, más “complejo”, que las redes de contactos y organización del Gobierno de Chile son valiosísimos.
Dijo que en un ambiente de emprendedores en que estaba, la mayor ayuda de su mentor fue “una palmada en la espalda”, el decirle que su idea era buena y creer en eso. Un tipo “inteligente” que cree en tu idea, y entonces ya no cavilás más en si estás loco o no, te da energías para seguir. Dice que perdió hasta a su novia en su primer emprendimiento, a veces con buena intención lo querían alejar de esa locura. Y por eso valora tantísimo estos espacios, donde se juntan un montón de “locos” iguales, y se ayudan uno al otro para intentar concretar su sueño.
También dijo que un emprendedor que culpa al mundo externo por su fracaso, a su equipo, (o, peor, que dice que “llegó temprano” con su idea) es un salame; así también como quien piensa que en su camino de éxito no cometió errores.
A las 4 empezaron a levantar campamento, y nos sentamos a trabajar de nuevo. Es como un Disney para nosotros: uno va a trabajar a la oficina, y de repente le ponen enfrente una charla como esta, y vuelve a trabajar como energizado, con mil ideas nuevas, otra vez. Con una palmadita en la espalda.