Día 7
Hoy tomé la ruta costera y angosta a Mónaco. Había mucho tránsito así que iba demasiado lento, si continuaba a ese paso no tendría suficiente tiempo para recorrer Mónaco y Niza. Subí a la autopista y pude liberar el embrague por ratos largos. Como siempre en paisajes montañosos, la autopista es una línea que cruza montañas via puentes y túneles. Después de una hora de viaje a buen promedio me recibió la vista de Mónaco:
Se ven las canchas de tenis, yates, veleros y catamaranes descansando no lejos de los muelles, torres, hoteles y palacios antiguos y de lujo, la ruta zigzageante hacia abajo, túneles, parte de la pista de F1. Todo. Nunca pensé a Mónaco como destino turístico, a la manera en que siempre tuve la Cordillera de o Berlín. Sin embargo no fue un encuentro frío como a otros lugares de los que esperaba y obtuve poco, como Miami hasta ahora. Es raro para mi que Mónaco esté en el inconsciente colectivo siendo un lugar tan chico y tan lejos. Será por la F1? Será por los jueguitos de F1? Será por las fotos y cuentos de viajeros conocidos? Será porque me es perfectamente nuevo, en el sentido de que nunca tuve particular interés por aprender ni tampoco la imaginé?
Y para tener la imagen completa, cuando crucé la ruta del mirador a mi moto vi bajar despacito una Ferrari nueva. No me sorprendió, las esperaba, pero no dejé de hecharle un vistazo. Sospecho que el conductor lo notó, porque en cuanto pasó al lado mío tiró primera y segunda a fondo. Bienvenido al Principado. Ahora puedo decir que las Ferraris me gustan más que las Lamborghinis, porque no gritan todo el tiempo sino especialmente cuando se les pide. El sonido más ensordecedor que escuché en un túnel fue una Lamborghini regulando a 90km/h. El viajar incrementa la sabiduría de vida de maneras insospechadas.
Elegí empezar por Niza, dejando Mónaco para el final, así que en lugar de bajar a la ciudad entré de nuevo en Francia. Vi la costa de Niza, vi su zona antigüa:
No me llegó. Bonita ciudad pero tenía en mente a Mónaco y a la mochila atada a la moto estacionada, que a veces no me deja caminar tranquilo. Hermosísima arquitectura, pero nada particular que me haya despertado amor.
Volví a Mónaco, y subí al Palacio del Príncipe para un buen punto panorámico:
Después estacioné frente al Hotel Hermitage, cerca del Casino, y vi un McLaren F1 estacionando detrás de un Ford Mustang. Qué vergüenza, el Mustang! A algunos europeos (pocos) les gusta. Una vez vi a un alemán con remera y gorra de su Mustang; desagradecido! En fin, las puertas del McLaren se abrieron (para arriba), y el botón que le daba la bienvenida limpiaba con un paño los marcos internos de la puerta, que es el único lugar que este auto suizo podría traer potencial polvillo. A veces el lujo se disfruta, pero me parece que me daría vergüenza ser recibido así. Hasta podría hablar mal del último que lavó mi McLaren!
Seguí caminando y vi a los primeros ricos de mi vida identificables por la vestimenta. Identifiqué ricos por cómo o de qué hablan, por sus autos, por sus joyas, por ser presentados como dueños de tal o cual bien, pero nunca por verlos caminar por una ciudad vestidos muy chic. Nunca fui tan consciente de mi clase media, en Mónaco es vergonzosamente media. Mi remera de algodón, ugghh! Y eso que no tiene marca o estampado, en eso no estaba tan distinto.
Vi un curvón de la F1. Ocupada por un embotellamiento de colectivos, motos y autos, muestra en los límites los pianitos blancos y rojos de las carreras. Del lado de afuera de la curva hay un hotel; arriba había una fiesta con música electrónica, abajo unos 15 autos estacionados, de los cuales 4 son “súper” (Rolls Royce, Ferraris, Porsche GT3 RS, etc). Los demás eran de clase alta pero normales en Mónaco (Range Rover, Audi TT, Porsche Caymann), y había algunos autitos normales para el resto de Europa (vans, Mercedes clase B, Honda Fit). Si ven conocidos de BMW o Audi, lo más probable es que sea las series deportivas (M, o S y RS respectivamente), que son agujas en un pajar en el resto del planeta. Es un mundo de fantasías; hay muchísima concentración.
La entrada del casino tiene un estacionamiento chiquito, pero más cargado que un Salón Internacional del Automóvil. Acá estaba lleno de turistas sacándose fotos con los autos. Vi por primera vez en mi vida un Bugatti Veyron, vi una Ferrari azul claro satinado, y más súper autos.
Volví por mi moto (no me preocupé por la mochila en este estacionamiento), esperé a que se fuera la Ferrari que esperaba con las balizas puestas cerquita para escucharla, y recorrí un poco Montecarlo (el “centro”). Pasé por una avenida donde están pintadas las líneas de largada de la carrera, y pasé por el túnel de F1, donde se me puso la piel de gallina para mi sorpresa. Iba despacito, extasiado como un nene, y no había un scooter que no se impaciente y me pase.
Me quedan dos días para devolver la moto. Un día hasta los Alpes, y otro día cruzándolos y llegando de vuelta a Thun. Volví a Italia para cenar y dormir a precios más normales. Y me despedí del Mediterráneo al menos por este año.
La única razón por la que no me niego a devolver la moto que voy a extrañar es el deseo de probar en un futuro la bicilíndrica F700 GS. Que cumplir sueños está tan bueno como planear los siguientes.